A veces, podrás planificar un viaje para empaparte de la cultura de un lugar, y te saldrá más o menos bien. Pero otras, tendrás la suerte de encontrarla sin tirar de checklist, porque la cultura estará en el aire que respiras. Hoy inspiramos hondo. Estamos en Marrakech, son las seis de la madrugada, nos despertamos repentinamente y no entendemos nada. Eso sí, nos bastan 10 segundos para descifrar la megafonía que nos ha levantado de la cama: es el Fajr, la primera llamada a la oración. Ni una palabra hemos deducido, pero como destinatarios sí que hemos comprendido el mensaje: estamos a 2 de abril y acaba de empezar el Ramadán.
Ramadán, cultura más allá de las murallas
Son pocos minutos, pero durante el recitado, Marrakech, y por extensión, Marruecos, detiene las máquinas. Se trata de un ritual que llega a repetirse hasta cinco veces el día, y que viene marcado desde el alba hasta la noche. En otras palabras: durante el Ramadán, los musulmanes practicantes se deben a Mahoma durante un mes, rindiendo un sacrificio que se traduce en una abstinencia de comida, bebida, tabaco y sexo. De acuerdo con los versos de su profeta, es durante ese trance cuando los musulmanes recuerdan lo afortunados que son de tener cada día un plato de Tajín sobre la mesa. El cómo ese despiadado ayuno afecta a su humor ya es otra historia.
Mezquita de Kutubía: principal altavoz
Es lógico que para que la oración se cuele hasta el último recoveco del zoco, ésta debe emitirse desde un punto alto de la ciudad. En el ranking de altura de Marrakech, vamos a tener que hablar de la mezquita de Kutubía, que se lleva el oro con sus casi 70 metros de altura.
Cuando te dicen que fue construida en el siglo XI, cuesta muy poco imaginar el mismo ritual pero con los medios de entonces. O sea, el almuédano subiendo hasta el minarete para pronunciar la oración, pero a lomos de un burro. Para llegar hasta él subía por las rampas en espiral que había en el interior de la estructura prismática, aún conservadas a día de hoy. Era un punto estratégico, y lo sigue siendo, por estar a 200 metros del zoco, la bulliciosa zona comercial de la ciudad. Nos vamos para allí.
El zoco de Marrakech y el concepto laberinto
Perderse por el zoco es un plan extrapolable a épocas del siglo XI. Como extranjeros, si nos dan cuatro vueltas con los ojos cerrados, no sabríamos por dónde seguir. Esa idea de «caos», patente desde el momento en que las motos te adelantan a dos centímetros de distancia, es una idea buscada. La medina, donde se encuentran los lugares más importantes de la ciudad, es laberíntica porque planteaba un sistema defensivo para la época en la que había guerras tribales. Cabe pensar que sus entrañas son subterráneas, pero no, esos recónditos circuitos responden a un sistema de calles que a la vez protegía contra el calor (no olvidemos que en verano el termómetro se va casi a los 50).
El concepto laberinto también va por dentro de las casas. En general, las puertas principales de los hogares de la ciudad no ofrecen visibilidad del interior, para preservar la privacidad y para que precisamente el enemigo no tuviera un acceso fácil e intuitivo. Dicho esto, tampoco desentonan las Manos de Fátima en las puertas, que simbolizan protección. Cuenta la leyenda que Fátima, hija de Mahoma, abrazó a sus dos hijos antes de irse a la guerra, y que más adelante ambos volvieron sanos y salvos. Ese abrazo, representado en mano, trae suerte y protección.
Hammam: darte un baño o echar el café
Cuando decíamos que la medina contenía algunos de los lugares más importantes de Marrakech, nos referíamos a las mezquitas, al horno y las letrinas públicas, a la escuela coránica… y al Hammam, que vendría a ser el baño público donde todos los marroquíes acuden al menos una vez por semana. Entre ellos, hay uno histórico activo y recomendado, llamado Hammam Mouassine. Ya lo ponía en la puerta: since 1562.
Cuatro cientos años de antigüedad respaldan este espacio público, también social, dividido en tres salas principales: la sala caliente (baño con jabón negro), media (expolio de la piel muerta) y fría (limpieza higiénica). Es social porque en los Hammam, las mujeres, además de bañarse, tienen la costumbre de echar la tarde charlando. Como decía nuestro guía, «sería el equivalente a un café de tarde».
Regatear no es que te tomen el pelo
Lidiar con el negocio que representa el turismo en Marrakech y la cultura del regateo no es empresa fácil. Pero repetimos, estamos hablando de cultura. De que los marroquíes siempre han negociado con la ley de la oferta y la demanda en la mano. Por poner ejemplos claros, a día de hoy, de 11 a 12:30 del medio día, en el zoco se subastan las pieles al pueblo, para que éste haga con ellas lo que le venga en gana: desde un cinturón si se trata de piel de vaca hasta una cazadora si es de cordero.
El regateo también está vivo en cualquier enclave no turístico porque es cultural. El punto de partida, pues, consiste en dividir entre 3 o 4 el precio inicial, e iniciar ahí el regateo. Pretender que no existan «enredos para turistas» en una zona que vive exclusivamente de ellos no es real, no obstante, en esa tesitura, la línea del respeto es muy fina. Si no te interesa, no entables conversación con el comerciante. Si vas a fotografiarlo, pídele permiso, porque a ti tampoco te gustaría que te bombardearan a flashes, y menos sin pagarte. Y, sobre todo, estando en época de Ramadán, es considerado no comer ni beber delante de quienes están sometidos a la abstinencia.
En este sentido, la Souk des Tailleurs de Pierre es una zona del zoco que pide a gritos ser inmortalizada. Allí se sitúan los «manitas del metal», auténticos artistas del hierro capaces de hacer lo imposible con un cacho de alambre y un martillo. Lo mismo con las paraditas de especies, plantas medicinales y dulces, como los dátiles, alimento con el que por cierto el profeta rompía el ayuno durante el Ramadán.
Disparidad de velos: la realidad de Marrakech
De la misma manera que nos preguntábamos por qué muchos hombres vestían con una capucha, también llamaba la atención la diversidad de velos que se podían divisar por las calles de Marrakech. Primero resolveremos la cuestión incial. En el caso de los hombres, corresponde a una túnica tradicional llamada chilaba. En conjunto, también cabe mencionar las babuchas, el calzado típico marroquí.
La cuestión de los distintos tipos de velos que llevan las mujeres nos la resolvió nuevamente el guía, quien abiertamente afirmó que, incluso dentro de su familia, existe esa pluralidad. Por ejemplo, hay mujeres no convencidas que llevan el velo únicamente para rezar. Otras, lo llevan cuando contraen matrimonio. También se dan casos, más en cuentagotas, de mujeres que llevan burca, relacionadas con la doctrina saudí. E incluso también hay un grupo minoritario de mujeres que llevan el velo por moda. La cuestión es partir de la premisa de no mezclar cultura con religión. porque el velo musulmán no siempre implica a ambas.
Riad, el lugar donde asimilar toda la cultura del Ramadán
Pasear por una ciudad tan ajetreada como Marrakech y ver las calles desérticas a eso de las 20:00 de la tarde (2 hora menos que en España), impacta. Pero es más que entendible cuando piensas que detrás de ese hecho hay un ayuno del Ramadán de 12 horas. La ciudad está parada. Volvemos a casa, volvemos al Riad
Tradicionalmente, los riads eran las casas señoriales de los ciudadanos más ricos como los comerciantes y cortesanos, que planteaban un patio interior alrededor del cual se distribuían habitaciones y zonas comunes. Tal y como hemos comentado anteriormente, estos lugares proporcionaban privacidad y protección a la familia.
Actualmente este tipo de espacios se destinan al turismo, pero en cualquier caso conservan la arquitectura preciosa y detallista en cada uno de sus rincones. Desde el Riad Algora, y al son de la enésima oración de estos días (en esta ocasión, Isha), cerramos un artículo que, con todo, se queda corto. Vivir el Ramadán en Marrakech ha sido como dar con un oasis cultural. Las oraciones por megafonía nos siguen abrumando, pero esta vez ya no nos despiertan.